miércoles, 22 de octubre de 2008

La esperanza de vida en África baja cuatro años en una década


La esperanza de vida

en África ha bajado

cuatro años desde

1990

El sida se ha hecho fuerte en África. La epidemia, que afecta a 25 millones de africanos, frena todos los intentos de desarrollo. Su última víctima son los Objetivos del Milenio de la ONU, un programa para reducir la mortalidad, la pobreza y el analfabetismo en el mundo que ha encontrado en el sida de África un muro infranqueable.

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En el África subsahariana, los Objetivos del Milenio ya son sólo un sueño sin apenas conexión con la realidad. El avance del sida -hay casi 26 millones de seropositivos, el 60% del total mundial- ha dejado el programa de Naciones Unidas para elevar las condiciones de vida en 2015 sin apenas esperanza en la zona, la única que se aleja de los objetivos en lugar de acercarse a ellos. Las pocas dudas que quedaban las ha disipado un informe del Banco Mundial presentado en Ciudad del Cabo: la esperanza de vida en el África subsahariana fue en 2005 de 45,9 años, cuando a principios de los noventa llegó a 50.

En Europa se vive de media hasta los 73 años; en Norteamérica, hasta los 77; en Latinoamérica, hasta los 71. Y en todas partes mejora año tras año. En el África subsahariana, el sida, la tuberculosis, la malaria, unos sistemas de salud endebles, la pobreza y la malnutrición han frenado la mejoría, que había elevado la esperanza de vida de los 42 años en los sesenta a los 49 tres décadas después.

"El sida ha desbordado en África a unos sistemas de salud que ya estaban muy mal preparados, muy deficitarios", explica Rafael Vilasanjuán, director general de Médicos Sin Fronteras en España, que se muestra crítico con la respuesta internacional a la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia del VIH. Y añade: "Todavía no hay una gran coalición para afrontar uno de los grandes retos globales, la respuesta internacional no es coordinada".

Siendo una enfermedad que debilita el sistema inmunológico, el VIH abre la puerta a que enfermedades como la tuberculosis o la malaria se hayan multiplicado. La tuberculosis que afecta a un seropositivo puede no ser la clásica pulmonar, lo que dificulta su diagnosis y, por tanto, su tratamiento. "La tuberculosis es un drama mundial al que, como la malaria, hay que responder mediante innovación, buscando cambios de medicación y protocolos más simplificados", dice Vilasanjuán.

El sida también supone una condena presupuestaria para los países que proveen de antirretrovirales a la población: "Es una enfermedad crónica y los medicamentos son para toda la vida y habrá que cambiarlos, porque el virus genera resistencias". Dos millones y medio de subsaharianos sucumbieron a la enfermedad en 2005.

"Tenemos que hacer mucho más", dice Sarah Crowe, portavoz de Unicef. "No podemos dejar que estos países no se pongan en pie". Crowe recalca que uno de los dramas del sida, que se ha cebado en el continente subsahariano (sumado a una severa sequía en el cuerno de África), es su impacto en los niños y en el número de huérfanos.

El drama es especialmente duro para las niñas, que se ven obligadas a acostarse por dinero o regalos con hombres mayores, con lo que el riesgo de ser infectadas a su vez se multiplica. "Diversos países han aprobado legislaciones para mantener en las escuelas a los huérfanos el mayor tiempo: no hay una vacuna contra el sida, pero por lo menos podemos tener una vacuna social".

Unicef está realizando una campaña para la distribución de telas mosquiteras para la prevención de malaria a mujeres embarazadas y familias: "Ahora duran más de cinco años, son más resistentes y demuestran ser efectivas, pero necesitamos más, millones", subraya Crowe, quien explica que determinados países, especialmente aquellos en los que conflictos bélicos forzaron a las poblaciones a hacinarse en las periferias de las ciudades (Angola, Congo), están viviendo episodios de cólera que no se habían visto desde los sesenta.

El África subsahariana consiguió disminuir la mortalidad infantil progresivamente, de acuerdo con el Banco Mundial, entre las décadas de los setenta y ochenta, coincidiendo con intervenciones como terapias de rehidratación oral y vacunación, pero los expertos juzgan que la inversión de la tendencia en los noventa hace ahora prácticamente cumplir los Objetivos del Milenio: en reducir la extrema pobreza, la mortalidad de los menores de cinco años, el control del sida y la malaria...

Los países subsaharianos llevan el peso del 25% de las enfermedades mundiales. Y lo que es peor, lo hacen con sólo el 1,3% de los trabajadores sanitarios del mundo.

Las cifras macroeconómicas, eso sí, han mejorado: un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fija el crecimiento del subcontinente en el 5%. Pero incluso el buen dato es insuficiente porque los expertos de Naciones Unidas calculan que cumplir con los objetivos sólo sería posible a un ritmo anual del 7%. Eric Buch, consejero de Salud de la Nueva Asociación para el Desarrollo en África (NEPAD, en inglés), es tajante: "La salud, la pobreza y el deficiente desarrollo humano y económico están ligados en un círculo vicioso que no se romperá con pequeñas campañas de ayuda".

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